domingo, 8 de febrero de 2009

FELLINI OCHO Y MEDIO



Viendo esta escena uno siente el espacio pivotar alrededor de los personajes, deslizar su cristal de vacío en vacío, marcado por los corredores, las salas, las sombras sobre los muros encalados.

Uno siente el cariño en las palabras de las mujeres, el ritmo que entrelaza las salmodias de vieja con las bromas de los niños, las sombras que vienen con la noche, que se van cerrando hasta introducirse en las brasa del hogar.

Fellini es a veces excesivo, se desmadra, se imita a sí mismo, es cierto. Pero, uno ve esta escena, y le perdona todos los errores cometidos. Ábrele, Pedro, las puertas de nuestro paraíso particular, y que se harte si quiere con los frutos del arbol del Bien y del Mal. Y que escupa las pepitas sobre la cabeza hueca de algún cinéfilo.

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