En la cocina de mi vecino Nicolás, en una casa que tuve hace dieciocho años en san Tirso de Ambroa, un lugar de cuatro casas rodeadas de prados. Me cuenta la siguiente historia (que traduzco del gallego):
Un vecino de una parroquia cercana llevó, una noche, la imagen del santo -que se guardaba por turno en las casas familiares- a su maizal, para que el santo influyera positivamente en la cosecha.
Al ir a recogerla, a media noche, el santo siempre estaba un par de surcos más allá. El paisano volvía a entrar en el surco correcto y el santo volvía a encontrarse en otro. Y así toda la noche.
Nicolás se reía al contarlo. Yo pensaba que la historia era una broma, una especie de chiste; "conto" se diría en gallego. Bromeando también le digo:
-El vecino debió pasar por la taberna antes de ir al maizal ¿no?...
Pero Nicolás insiste riendo:
-O santo cambiaba de sitio, cambiaba e non era quen a collelo!
Me doy cuenta de que la broma la gastaba el santo, no Nicolás, que me cuenta simplemente una historia supuestamente verídica. En el siglo XXI todavía quedan en Galicia gentes así, con sinceras creencias medievales. La última generación de campesinos antiguos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario