lunes, 7 de julio de 2008

CAPERUCITA Y EL LOBO


En el centro del bosque
diminuta, perfecta
sin aplastarla pisan tus leves pies la hierba
roza apenas tu paso ese color feliz de las violetas.

Ah, pequeña, pequeña
una manzana roja en medio de mi sombra, de mi niebla.
Un olor a lavandas enterradas:
el temblor de la caza me despierta.

Te has dormido debajo de un castaño viejísimo
discos de vidrio vuelan, te circundan
delgados, transparentes
emitiendo en su giro una vibración sorda.

Pasan junto a las hiedras y hacen temblar sus hojas
recogen la humedad intacta del rocío
susurran en la sombra miedosa del helecho
gimiendo y repitiendo voces de desamparo.

Son tus sueños, mis sueños y los sueños del bosque
fabricados en donde todos somos lo mismo
deslizando su vuelo en el aire pesado
sin detener la magia de su giro lentísimo.

Han entrado, inconscientes, en la tierra del lobo
ingenuamente hieren sin motivo mi sombra, mi amargura
se acercan hasta el filo de mis dientes, jugando
a remover las brasas de mi soledad.

Ah, pequeña, pequeña
el resplandor alegre de tu capa escarlata
es una herida viva en el sopor dorado de las hojas caídas
y un dolor dulce de hambre me oprime la garganta.

Te acecho sometido a la ley que me rige
a ciegas, brutalmente, destruyo lo que amo
buscando a su través el sitio de mi paz
y no lo encuentro.

Detrás de tu quejido tan solo había un espejo
reflejando mi horror sediento y asombrado
más solo todavía, solo con lo imposible
(en mis zarpas lloraba tu corazón minúsculo).

Me encierro en mi cubil, ahora huyo de los pájaros
me doy a un sueño triste que lastiman tus ángeles
que habrán de abrirme el pecho porque salgas
de nuevo hacia la vida, ligerísima.

Eres toda de plata, tu caperuza roja
sobrevuela los pinos, los retorcidos robles.
Te veo abandonarme, luminosa, veo como te alejas
circundada por húmedos, lentos aros de vidrio susurrantes.

Esos aros que vibran, tu juguete, mi muerte
todavía conservo en los ojos abiertos
un resto de mirada que te busca, que observa
los aros transparentes, volanderos, brillantes

Que lentamente giran en el aire encendido
vibrando y repitiendo voces de desamparo.


Foto José Espona