lunes, 26 de octubre de 2009

ESPÍRITUS DEL INSOMNIO


Desperté de madrugada, al salir de algún sueño inquietante. De pronto, no sé bien porqué, empecé a repasar mentalmente algunos aspectos de mi vida, asomándome a uno de esos turbios ventanales del insomnio, vidrios polvorientos a través de los cuales es mejor no mirar nunca

En un momento dado, me embistió, me atravesó, una sensacion de fracaso absolutamente desoladora. Digo "me atravesó" porque pude sentirla de un modo realmente físico. Visualicé, incluso, en el entresueño, esa sensación como una forma borrosa pero compacta, un coágulo impalpable de luz amarillenta y ovalada que me traspasaba el pecho de lado a lado. No la sentí pasar por la cabeza, sino por el corazón.

Fué solamente un instante, una sacudida; el efecto permaneció unos segundos y me fuí librando de la angustia como de un calambrazo eléctrico. Me acordé de las narraciones en las que los fantasmas pasan a través del cuerpo de alguien. De una experiencia parecida debieron brotar esas historias. Menos mal que yo no creo en los espíritus.

Bueno, tampoco creo en la materia, todo hay que decirlo.

martes, 20 de octubre de 2009

MI TRANSVERBERACIÓN



Se entrecierran lustrosos, delicados
los párpados de mármol

Bajo ellos relumbran las pulidas pupilas
brasas que en ese éxtasis quiebran su luz helada
la pasión absoluta va incendiando la nieve.

Ah, y cuando yo era un niño la criada mataba
a los pollos cogiéndolos entre sus fuertes muslos
la cabeza sujeta hacia atrás y el cuchillo que abría
el paso a un hilo oscuro sobre la palangana.

Los párpados del pollo, un pergamino cálido
que iba empalideciendo
desmayaban su velo sobre el brillo amansado
del ojo que miraba oscurecerse el mundo.

Mis párpados caerán en el sueño, en el éxtasis
la sangre de los pollos manchará en mi memoria
esos velos de mármol, esa mejilla pura.

Todo seran livianos cristalitos de escarcha:
rayos de luz que alumbren
la larguísima nieve y su abrazo de olvido.

lunes, 19 de octubre de 2009

LA PESCA DE LA VACA EN EL MIÑO





Últimamente -los últimos cincuenta años, concretamente- mis relaciones con los animales son algo extrañas. Este domingo, en una excursión en piragua por el Miño descubrí una vaca que había caído al río. Allá se apiñó toda la excursión, pero no hubo manera de moverla del sitio, hasta que llegaron los bomberos y consiguieron sacarla a fuerza de poleas y de los empujones de quienes se quedaron allí. Yo ya me había ido, pelado de frío, a buscar una parte soleada de la orilla tras haber puesto mi parte de voluntad salvadora (véase foto). Inútilmente, por supuesto. La cosa acabó más o menos bien para la vaca: No se reencarnó en un búfalo sobre la pradera infinita del cielo de los bóvidos, pero tampoco finalizo acuáticamente una vida terrenal.

martes, 13 de octubre de 2009

LA SELVA EN CASA



Esta tarde me quedé atónito a mirar por la ventana y ver, en el tronco del peral viejo que hay en el jardín de casa, una escena de caza felina bastante sorprendente: un gato acosando a una ardilla.

Un baile nervioso, con largas pausas temblorosas erizadas de esquivas mínimas y amagos de ataque, seguidas de persecuciones y cambios de posición en las que entraban en juego los reflejos electrizados, la agilidad más veloz y una astucia posicional tan refinada que me costó mi tiempo comprenderla. ¡Que emocionante! ¡y en casita, como a mí me gusta!

Epílogo: En medio de una de esas pausas dramáticas, no aguanté más y tomé partido: agarré el tirachinas y expulsé al gatito a garbanzazos. Qué pasa!...uno no es de piedra¡

domingo, 11 de octubre de 2009

SAMBA TRISTE O LA GLORIA LUSITANA




La melancolía, esa tristeza filosófica que se filtraba con la lluvia lisboeta a través de los tejados de la casa de contabilidad de la Rua dos Douradores, fue a dar en las playas de África, traída por los exploradores (palabra que en portugués significa literalmente: explotadores) con la cadencia cansina, sensual, casi lasciva, de las largas ondas aceitosas que venían a morir sobre la arena resplandeciente.

La morna ( tibieza ) de Cabo Verde, las tonadas mozambiqueñas o angolanas tienen ese calor. Aquí lo he descubierto por casualidad en esta samba del guitarrista brasileño Baden Powell, en versión del saxo Stan Getz y el guitarrista Charlie Byrd.

Buena para querer bailar y no poder. Buena para el ensueño.