viernes, 13 de enero de 2012

BRUJA

            Foto: José Espona




Su cuerpo era un temblor lechoso en los arbustos
con mano transparente me tocò la garganta
"Tú dormirás ahora en lo dulce, en lo oscuro"

Un gemido distinto se coagula en la arcilla
su plata desleída empapa el musgo, fluye.

Ellos, los pequeños,
han nacido sabiendo pisar bajo la sombra
acechar en silencio.

Pasan a veces sobre ellos
los pezones oscuros de la bruja.

Entonces ella lo introdujo en mi boca,
para que así aspirase el perfume dorado
"Tú dormirás ahora muy lejos de la muerte".

Detrás de la hojarasca

en donde el bosque va ahogando los chasquidos 
lomos se erizan, tiemblan apretándose.

Entonces ella me tocó las sienes y susurró a mi oído
"No me dejes"

¿Quién dormirá sobre la hierba húmeda

respirando despacio
la mejilla apoyada sobre la corteza?

"Yo no te dejaré".
Quizá fue entonces cuando cerré los párpados
rodeado del pavor de los seres pequeños.

domingo, 1 de enero de 2012

EL PESO DE LAS NUBES

                                José Espona, TRINIDAD, Óleo sobre lienzo, 130 x 97 cm.


El peso de las nubes.

Las hermanas Gilda miraban una nube con forma de elefante que crecía
resultó ser un auténtico elefante que caía de un avión, como informaba
en la última viñeta el periódico La Bola, y que las aplastó hasta el siguiente jueves.

Tumbado a la bartola miro las nubes sin pensar en nada:
es la tarea intelectual más intensa que me tolero desde que descubrí el kayak-surf.
Adormecido, las nubes atraviesan mi pecho en forma de suspiro.

Veo mujeres desnudas conocidas y desconocidas que se entrelazan y se deshilachan,
después osos de nata; su hocico taciturno recoge todo el gris allí en lo espeso
entre montañas de buñuelos cubiertos de un azúcar cuya blancura avergüenza a la nieve.

Aquí y allá hacen muecas groseros mascarones
epifanías de un Ser Poderoso cuyo poder eterno dura lo que una siesta
imperando impasibles y flotando en lo alto sobre mi pereza.

Una nube mediana pesa mil toneladas:
si hubiera que pagarlas, un ministro las inauguraría cada tarde perorando sandeces
frente al público tumbado boca arriba y manchándose de verde en una pradera-museo.