viernes, 28 de agosto de 2009

PULGARCITA

Laguna en O Grobe (Pontevedra) Foto: Celia Pernas

Hayedo del Señorío de Bértiz (Navarra) Foto: José Espona



Esta verano fui a dar una vuelta cerca de O Grobe, hasta una pequeña laguna pegada a un arenal, creo que se llama Mexilloeira, a donde suelo ir desde la casa que tiene allí una de mis hermanas. Las lluvias del verano, aguafiestas de hosteleros, habían tenido allí un efecto prodigioso.

Estos últimos años, casi seca, era una charca de dos palmos de agua rodeada de lodo. Ahora, sin embargo, llena, cubierta de plantas acuáticas en floración, se mostraba pletórica, animada por las múltiples formas de la vida. Nadaban patos y sus crías, saltaban ranas, bandos de golondrinas acudían a beber en grupo, haciendo acrobacias aparentemente innecesarias, como si disfrutasen de su agilidad alada...

Lo que me dije a mí mismo -allí tumbado a la bartola, posición que increíblemente no aparece en los manuales de yoga- mientras miraba la majestuosa inmovilidad del agua y el ferviente movimiento de las aves, fue: "sobramos".

¿Qué pintamos en la naturaleza?...sólo sabemos domesticarla, empobrecerla, programarla, meterla entre carreteras, cultivos, presas, edificios, alcantarillas. Sin nosotros crece. Somos individuos decididos a la poda. De un bosque hacemos un parque, de los zarzales parterres. En el mejor de los casos.

Pero al echar un vistazo a las fotos de un viajecillo a Navarra, y ver esta que reproduzco, en la que una amiga diminuta -diminuta en la foto, quiero decir!- centra la enorme masa del arbolado, me parece adivinar que somos una especie de elemento de proporción.

Pulgarcitos para medir en pulgadas y que Dios entretenga su omnipotente hastío midiendo inmensidades, ese Dios infantil que derriba de repente los castillos de arena que ha formado sobre el aterrorizado país de sus hormigas.

Pero Pulgarcito ha salido un niño rebelde y maldito por la creatividad, vaya hombre!, y se ha puesto a medir el mundo con las botas de siete leguas, y lo recorre en un vuelo y lo pisotea y ya ni lo mira, enloquecido por su estrenada e inconsciente velocidad.

Y parece que ni Dios lo para. Dios se entretiene estos milenios quizá con otra cosa...soplando sobre unas constelaciones y destruyendo varios mundos, montando un universo paralelo, dormitando sin ganas mientras oye el enervante y eterno tictac de su inútil reloj sin agujas.