miércoles, 1 de abril de 2009

MORALIA

Piensa que en el mañana nada está asegurado
no despilfarres la certeza presente
malgastando en los vicios fantasiosos
de quien, ingenuo orate, cree desmesuradamente en el futuro.

Quizás entonces te encuentres ahí con nada
tu tiempo terminado y la muerte pelada sonriendo
subida sobre el fardo de lo que tú has ahorrado.

Aprovecha ahora el curso de tu sol, ¡oh, hijo mío!
el descanso que pierdas, el placer sosegado
que rechaces ya nunca volverá, y cada noche
cae rodando una uva del racimo.

No oprimas el momento acumulando aquello
que quieres conservar para más adelante
o serás como el hombre que ha cruzado el desierto muriéndose de sed,
cargando un odre de agua
y revienta en el límite final de las arenas
agobiado su cuerpo por el peso
de lo que hubiera podido salvarlo de la Parca.

Sé perezoso, hijo
cuida de tu descanso, no te ciegue
la laboriosidad de los ansiosos
¿Quién hace mal durmiendo?
¿Quién mató a pierna suelta a un semejante?
¿Quién oprimió al vecino quedándose sentado y contemplando las nubes cómo pasan?

Si trabajas modérate, deja algo para luego si puedes no hacerlo hoy
y vuelve útil tu tiempo meciéndote en lo vivo
ríe y mira, cavila y reflexiona sobre el vuelo alocado de algún pájaro
charla con un amigo: evitarás que actúe y sera un bien para ambos.

Lo inevitable, hazlo ¡qué remedio nos queda si somos carne débil!
pero no te empecines en aquel pernicioso
agobio del que emprende tercamente un proyecto,
y con ruido y con golpes modificando el mundo
construye sobre escombros y hace girar la rueda
que nos muele a él y a todos.

El sobreproductor, el visionario, el que revoluciona lo tranquilo
el que da un paso más y cae en vanagloria
despojado de todo atisbo de sentido no aprende de lo ya hecho
y sobre los montones de fealdad y huesos
fantasioso se obstina en sus sueños de loco.

Sé tu sensato hijo, y quédate tumbado.
Y si te cansas de eso, el mar ya está construido y sabemos nadar
o pasea por el campo
silbando o sin silbar por un sendero antiguo
como la gente seria que mantiene
sin delirios prendidas las fugitivas luces del presente, tan frágiles.