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Francisco de Goya "Duelo a garrotazos",1820-26
Öleo realizado sobre muro, traspasado a lienzo
123 x 266 cm
La atribución de las llamadas Pinturas Negras de Goya es ahora muy discutida, tanto en cuanto a su autoría como en cuanto al aspecto con el que han llegado hasta nosotros.
Por ejemplo, en esta "Riña a garrotazos", según los expertos, los contendientes no estaban, en la imagen original, enterrados hasta la rodilla, sino de pie sobre el suelo. Y, sin embargo, este detalle -que, nos dicen, se añadió siplemente para modificar las proporciones de la obra- ha dado en ser fundamental, al ser el que le da a esta pintura su acento más trágico en la descripción icónica de la brutalidad.
Pero yo la traía al blog por otro asunto. Me interesaba ejemplificar como la violencia machista, al contrario de lo que se nos repite en los medios, no está dirigida primordialmente hacia las mujeres. El machismo no es un esquema ideológico centrado en la superioridad de los hombres sobre las mujeres. En una cárcel, un cuartel, un internado masculino, o en una pelea de verbena no hay mujeres, ni una, y el machismo y la violencia machista resplandecen como nunca con todo su brillo animal.
El sexismo que hay en el machismo es una derivación secundaria. De hecho, cuando el machismo se ve humanizado por el sentido ceremonial del enfrentamiento caballeresco, las mujeres quedan apartadas de la violencia. No se pelea con ellas, antes bien, se soportan pequeñas ofensas físicas con un desdén paternalista: "manos blancas no ofenden". Pegarle a una mujer sería deshonroso, como pegarle a un niño o a un anciano.
Porque lo que constituye propiamente el machismo es la jerarquización del grupo mediante la brutalidad física, y su instrumento, lógicamente, es el enfrentamiento físico entre hombres que es con quienes se compite.
Naturalmente que quien adopta como lenguaje la brutalidad -y es muchas veces admirado por ello, porque es "muy hombre", un "tipo duro"- tarde o temprano dirigirá su violencia a quienes le rodean. Sea porque se le enfrentan, sea porque al ser físicamente débiles son objeto de desprecio y se consideran sometidos a su poder, los hijos, la novia o esposa, los padres incluso, pueden ser agredidos o vejados.
También agredidos, es cierto, pero no principalmente. La "contradicción principal" de la mentalidad machista no está formada por el binomio hombres/mujeres, sino por la oposición, en establecimiento de las jerarquías de un grupo social, entre brutalidad e inteligencia, entendida aquí la inteligencia en un sentido lato que incluyese la sensibilidad, la cual no deja de ser una forma de conocimiento, de apreciación de matices.
Quizá aplicando este punto de vista, la crítica a la violencia machista fuese más adaptada a la realidad de la violencia en nuestro país, menos sexista, y, en fin, más amplia, más radical y más útil.