miércoles, 28 de abril de 2010

VALE, ZURICH NO ESTÁ TAN MAL.




Aquí no se habla con los galeristas. Tienen siempre una persona joven y encantadora que te informa amablemente de que el jefe está en Ginebra, o en París, o se ha ido por tres semanas. El jefe de la más grande, a la que fuí sin saber que lo era -aunque me lo imaginé al ver la exposición de esculturas de Josephson, (impresionante, por cierto, aún se ve alguna vez una originalidad que parte del origen y no de la gilipollez de lo provocador) que había en la enorme sala- el jefe, digo, estaba ¡en Vancouver!. Échale un galgo!

Pero al menos tratas con gente amable, y algo he ido avanzando. No mucho, pero no nada.

Y una cosa que me gusta de este pueblo, transportes públicos aparte, es que en cuanto sales de sus bruñidos límites estás directamente en un bosque, con varios tipos de sendero por los que puedes caminar horas, prácticamente sin ver a nadie. De hecho, hay un sistema de caminos de montaña por el que, con buenas piernas, pod´rías ir andando hasta Lucerna (80 Km). Yo no hago tanto, pero todos los días me doy una buena sesión mañanera: las galerías abren a partir de las doce).

Pues tampoco sufro tanto, con un sol primaveral y un bono de tranpote que incluye tranvía, bus, tren y ¡barco! (Y museos gratis)

2 comentarios:

Lucía dijo...

Buenooo, y que decir del maravilloso hotel en el que te hospedas :)

Carmen Ballesta A. dijo...

¡Menuda envidia! Besos