martes, 27 de marzo de 2012

LA PEREGRINACIÓN

                                          FOTO: José Espona

 Texto: Fragmento de "La peregrinación" , cuento inédito de José Espona.

    (...) En la trasera la música había ido languideciendo hasta cesar. Goiti dedicaba ahora su interés al pobre Beltza que muy ofendido le torcía la cara ostensiblemente. Sor Filomena y las guatemaltecas se recuperaban de la emoción mirando en silencio por la ventanilla. ¿Y la hermana Paulina, por mal nombre Sor Uzkudun?

           A la hermana Paulina, por mal nombre sor Uzkudun, lo sucedido la había alejado tan sólo levemente de sus imaginaciones. El berrido del gato le había sonado a castellano, es cierto, pero a la hija del aizkolari le sonaban a castellano muchas cosas: la roldana del pozo cuando chirriaba mientras daba vueltas, el gañido de un perro, el quejido de una puerta...a veces parecían palabras, era normal. La exclamación de sor Filomena, bueno, tonterías de monja. También normal. Ella tenía cosas más importantes en que pensar.

           Con los párpados entrecerrados se imaginaba cortando leña. Unos tarugos cilíndricos de haya, todos igualitos, perfectamente cilíndricos y de una cuarta de largo. Ni verdes ni secos, sin nudos que estorbasen al hendirlos. Se veía a sí misma descargando el hachazo, limpio, preciso, dividiendo los tarugos en mitades -tlac, tlac...tlac- que caían al suelo enseñando su corazón de luz blancoamarillenta, perfumada de savia, tan nueva que daba gusto verla. Al caer al suelo producían un sonido hermoso -tloc...tloc...tloc- como el de una txalaparta tocada al ritmo sosegado de sus hachazos. Luego iría cortando las mitades en cuartos, formando zoquetes perfectos para la cocina del convento. Al caer al suelo hacían -Tlic...tlic...tlic...- y la melodía iba finalizando sin prisa. Que fácil es ser feliz. La hermana era una monja coherente consigo misma y le gustaba su rutina cotidiana. Adoraba imaginarla en tiempo real, pero sin un sólo defecto, como un río que fluyese majestuoso. Ahora venía lo de cocinar el ajoarriero ideal. Sor Paulina se arrellanó en su asiento, y suspiró alegremente, lista para disfrutar. (...)

3 comentarios:

Susana Bamonde dijo...

Bonito cuento , te quedo preciosa la escultura de Boj

Perla Blázquez dijo...

Me gusta.Creo que el relato toca temas que se suelen pisar de puntillas. Estaría bien poderlo leer. En cuanto a la obra plástica, qué puedo decir, siempre llegas adentro, buscando pliegues y roces en nuestra sensibilidad destonificada

Anónimo dijo...

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