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miércoles, 25 de noviembre de 2009

DOPPELGÄNGER


En mitad de un insomnio opresivo, inmóvil sobre el majestuoso lecho del aposento Papal, Benedicto sintió, asombrandose de sí mismo y tocado por la vergüenza, brotar de sus entrañas una súplica.

“Señor de los milagros, Te he entregado mi vida, mi intelecto, he ascendido peldaño tras peldaño hasta ser tu Vicario sobre la tierra, la cabeza de Tu Iglesia. Señor, no soy feliz. Si Tú quisieras, mirecordiosamente podrías darme el regalo de una nueva existencia terrenal, una vida sencilla, despojado de conocimientos y de majestad, despojándome incluso de la condición de varón que me ha estimulado a apurar febrilmente mi capacidad de esfuerzo en una entrega semejante en demasiadas cosas a la vanidad…Concédeme una despreocupada voluntad de ignorancia, la tranquilidad del impoder, la pobreza de espíritu que tu Hijo ha bendecido!"

Y Dios Todopoderoso, en su infinita misericordia, concedió su deseo.