
Desperté de madrugada, al salir de algún sueño inquietante. De pronto, no sé bien porqué, empecé a repasar mentalmente algunos aspectos de mi vida, asomándome a uno de esos turbios ventanales del insomnio, vidrios polvorientos a través de los cuales es mejor no mirar nunca
En un momento dado, me embistió, me atravesó, una sensacion de fracaso absolutamente desoladora. Digo "me atravesó" porque pude sentirla de un modo realmente físico. Visualicé, incluso, en el entresueño, esa sensación como una forma borrosa pero compacta, un coágulo impalpable de luz amarillenta y ovalada que me traspasaba el pecho de lado a lado. No la sentí pasar por la cabeza, sino por el corazón.
Fué solamente un instante, una sacudida; el efecto permaneció unos segundos y me fuí librando de la angustia como de un calambrazo eléctrico. Me acordé de las narraciones en las que los fantasmas pasan a través del cuerpo de alguien. De una experiencia parecida debieron brotar esas historias. Menos mal que yo no creo en los espíritus.
Bueno, tampoco creo en la materia, todo hay que decirlo.