sábado, 4 de febrero de 2012

NOMBRE

                                 Foto: José Espona.


Allí entre los arbustos alguna vez las hojas al caer forman un nombre.
Podría ser el tuyo.

Esa casualidad crea un paralelismo:
cuando las lluvias gruesas del invierno
pudran aquellas hojas, las ennegrezcan disolviéndolas...
¿Qué pasará contigo?

Tu nombre hecho de hojas desaparecerá,
nadie lo habrá sabido, ni tan siquiera tú.
¿Qué pasará contigo?

12 comentarios:

Lucía dijo...

La foto es así o la retocaste? Es genial! Aquí si que hay invierno... Besos

Inés González dijo...

Preciosa foto y delicado texto.
Habrá que esperar la llegada de la primavera, luego el otoño para que las hojas sigan formando nombres, y así infinitamente, si hay suerte volverán a escribir el nombre deseado.
La vida es movimiento, nada se pierde...ya lo sabemos.
Saludos

La piedra imán dijo...

La foto está hecha con modo escena nocturna y andando al mismo tiempo. Aquí todo es otoño, hija, así me salen de húmedos los poemas.

Gracias, y es cierto, Inés: somos ese movimiento y esas casualidades. Hay que cuidar lo frágil.

dlouzan dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
dlouzan dijo...

Un día aprendí la respuesta a la ínclita pregunta “¿hace ruido un árbol al caer en el bosque cuando no hay nadie para escucharlo?”: no puede hacerlo, porque el sonido no son más que vibraciones propagadas por un medio (en este caso, el aire) y detectadas por un receptor (en este caso, el oído).

Ahora la pregunta que me hago es: ¿pueden las hojas formar un nombre, si no hay nadie para leerlo?

Perla Blázquez dijo...

Si alguna vez las hojas al caer formaran mi nombre... entre los arbustos¿qué pasaría conmigo?...leería a T S Eliot, mezclaría memoria y deseo avivando raíces sombrías con lluvias de primavera...Lo haría también si formaran el tuyo.

La piedra imán dijo...

Perla, tu comentario es un poema en sí mismo. Gracias.

Diego¡menuda preguntita: Ser es ser percibido y todo eso. Ese asunto del Ser, desde que se jubiló Dios, queda fuera de la filosofía. Wittgenstein decía que la labor de la filosofía es llegar hasta los límites de lo que puede ser dicho y levantar un muro allí. Pero lo del sonido del árbol me parece que es mover demasiado los marcos del terreno: ¿un hecho físico objetivo que posee potencialmente la capacidad de ser percibido no puede ser nombrado si no se convierte en acto y al mismo tiempo deja de existir?
Bueno, la poesía es una niña traviesa que trepa por ese muro y echa una mirada a lo que queda fuera del lenguaje. ¿Existe ese nombre formado por las hojas? ¿Pero no lo has leído en el poema?
¡Habremos existido, existimos, cuando nadie nos percibe? No es una respuesta, es una sensación confusa. Es poesía.

dlouzan dijo...

La escritura no es más que una convención: signos que requieren un receptor que los comprenda. Si no había nadie allí para comprenderlos, ¿formaron realmente las hojas el nombre? ¿en qué se diferencian de cualquier otra disposición aleatoria de hojas?

Pero esa es la belleza de lo abstracto, podemos nombrar e imaginar aquello que realmente no ha y no es :-)

Anónimo dijo...

Mi nombre lo habrán dibujado las hojas, pero esas hojas nunca desaparecerán se iran transformando en hojas nuevas para seguir embelleciendo el arbol
En este paisaje, que tu has embellecido con tu cámara, las hojas siempre se transformarán en belleza.
Maribel

Claramente dijo...

Me encanta la foto, alucinante.

NJSS dijo...

Hola simplemente felicitarte por tu trabajo, esta lleno de sentimiento.

Anónimo dijo...

Sigo leyendo tu blog, siempre cargado de sentimientos. Soy