lunes, 1 de febrero de 2010

TRIBUS SIN REPOSO.



Hace años leí, en el hermoso libro de Claude Levi-Stauss "Tristes trópicos", la referencia a una tribu del Amazonas que tenía por costumbre practicar el infanticidio con sus propios hijos recién nacidos. Esto ya es de por sí asombroso y horrible, pero lo verdaderamente extraño era que, para asegurar la continuidad de la tribu, acostumbraban a raptar a los niños de otras aldeas, criándolos como propios.

Levi.Strauss no apuntaba ninguna explicación de tan extravagante conducta, y a mí, por muchas vueltas que le daba al asunto, no se me ocurría ninguna razón plausible y, como tantas veces se hace, dí por supuesto que sería motivada por algún absurdo tabú religioso sin causa material alguna.

Naturalmente, me equivocaba. En el libro "El río Congo", de Peter Forbarth (Espero haber escrito su nombre correctamente, lo hago de memoria), obra increíblemente atractiva y original sobre la historia del África Ecuatorial, se describía una tribu que llevaba a cabo una conducta perfectamente similar. Pero aquí el autor daba una razón, absolutamente sencilla y comprensible, del infanticidio seguido del rapto.

El grupo humano en cuestión estaba formado por grupos de guerreros errantes que se desplazaban, acompañados de sus mujeres, por las inmensas selvas de la cuenca del Congo, asaltando a su paso las aldeas que encontraban, y viviendo del pillaje y el saqueo, en una marcha frenética e imparable. Este estilo de vida se hubiera visto dificultado de verse obligados a transportar y cuidar a niños muy pequeños. La barbarie y la infancia no se llevan bien. Como solución eminentemente práctica -la barbarie gusta de lo práctico por encima de cualquier otra característica- optaron por prescindir de los bebés. Los niños, ya algo crecidos, que se pudiesen desplazar por sí mismos, los proporcionaría el rapto.

Ahora veo un extraño eco de estas conductas en nuestra propia sociedad. En un tono más dulce, desde luego, pero que no deja de causarme un cierto asombro.
Las parejas -o podría quizas concretar, no sé si con justicia, las mujeres- jóvenes de hoy en día no tienen hijos, en una proporción amplísima y nunca conocida antes en el país de las familias numerosas. La natalidad española ha caído en picado en unas pocas décadas, hasta situarse en uno de los niveles más bajos del mundo, a pesar del efecto moderador que han tenido los nacimientos de hijos de inmigrantes.

Al mismo tiempo, parejas ya algo mayores -aunque todavía jóvenes- adoptan niños de procedencias lejanísimas, en un número que no se había visto jamás. En cualquier calle del centro vemos a esas parejas, a veces a los abuelos, llevando de la mano a niños vestidos de punta en blanco cuyos rostros orientales, africanos o andinos señalan inmediatamente su origen.Y tiene un punto divertido oírles hablar con acento coruñés -con sus modismos de centro o de barrio- o en gallego, con la natural fluidez y desparpajo de quien se ha educado dende muy pequeño aquí mismo.

Un hecho social tan amplio tien razones más profundas que la simple decisión individual de tener hijos o adoptarlos. Es un síntoma de contradicciones internas producidas por los cambios de rol. por los cambios del sistema productivo, por las exigencias que se nos imponen seamos conscientes de ello o no.

Individualizados, homogeneizados, hipnotizados y rotando alrededor de las exigencias de un triunfo profesional cuya contrapartida es el fracaso, del movimiento perpetuo de la rueda del consumo, tenemos que elaborar estrategias reproductivas que vistas desde cierta distancia no dejan de ser un artificio de urgencia.

Pero en fin, no seamos aguafiestas. Nuestras ciudades de provincias se ven sin duda animadas por la variedad de rasgos y colores de piel de niños que, al final, son tan plenamente nuestros como cualquier otro. Sí, pero...para que estèn ellos aquí, y eso es lo triste, se necesita no solo que aquí no nos haya convenido tener los propios, sino -como un eco de aquellas raras barbaries de despojo- que allí alguien haya tenido dolorosamente que perderlos.

7 comentarios:

Lucía dijo...

Qué interesante, y muy cierto... es triste que para tantas mujeres hoy en dia suponga un sacrificio enorme a nivel laboral el tener un embarazo/bebé y aun mucho peor que en ciertos países tantas familias tengan que abandonar a sus hijos. La adopción de estos niños es algo positivo aunque el problema de fondo siga siendo igual de terrible...

la piedra imán dijo...

A nivel individual es bonito poder tener un niño, sea como sea; pero, desde luego, no deja de ser un síntoma de que algo está sin cerrar en las transformaciones sociales que padecemos (o disfrutamos, según)

Txomin Goitibera dijo...

Con el rapto no sólo se consiguen niños más autosuficiente, también se puede decidir cuándo es conveniente y cuándo no un incremento en el número de miembros de la tribu.

Otra cosa que pone de manifiesto el pensamiento de Lávi Strauss y de toda la antropología posterior es el de que el llamado pensamiento salvaje no difiere del supuestamente civilizado... Antes se hablaba de mentalidades "pre-lógicas" y cosas parecidas. El pragmatismo de las sociedades que mencionas es perfectamente parangonable al de las nuestras.

El caso de nuestra baja tasa de natalidad y de los niños de todos los colores que emplean expresiones coruñesas... y bilbainas (escrito así, sin acent en la i, es decir, tres sílabas) tiene aún otro aspecto además del que has reseñado. El mundo, el planeta está superpoblado. Puede herir alguna sensibilidad pero, no está ma redistribuir la población en lugar de aumentarla. Eso se consigue recurriendo al binomio baja natalidad/adopción En cualquier caso, el abandono de los niños ha sido una práctica constante a lo largo de la historia y con esas adopciones se las garantiza un futuro que habría sido bastante incierto en sus países de origen.

Con toda probabilidad la humanidad del futuro será cada vez más mestiza.

La piedra imán dijo...

Desde luego, y no sólo por eso. Los movimientos migratorios aportan una redistribución poblacional directa.
Otra cosa será tomar el cambio de reproducción a adopción (que ya sé que no se debe usar una expresión tan absoluta, pero bueno)no como una pérdida de "identidad" (?) sino como síntoma de una contradicción interna, un desajuste de las piezas del sistema, que es lo que quiero decir. Vamos, que cuando empleo la palabra "barbarie" no la opongo a "civilización", sino a estilos depredatorios de sociedad en los que la barbarie predomina. Por ejemplo -y situando la barbarie en los bordes nebulosos del sistema- la nuestra.

Soy dijo...

Siempre he creido que a lo largo de la historia la mujer ha mantenido un papel más allá del maternal, y es el de reguladora de la población. Esto puede hacerse en paises donde su cultura se lo permite. El post muy interesante.

La piedra imán dijo...

Pero nuestra volunta -la de mujeres y hombres- no es tan voluntad como parece. Las conductas de la gente se modelan en gran parte de forma ajena a su conciencia, de tal modo que muchas explicaciones o justificaciones de una determinada conducta social forman parte de la hojarasca que oculta los verdaderos motivos de dicha conducta. Claro que el todo es como una cebolla: cada capa es la cebolla, pero siempre se puede descubrir otra debajo. Gracias por comentar, Soy.

Iván Alejandro dijo...

Me gustó esta entrada y me quedo con tus pensamientos aguafiestas.
Que duda cabe si resueno en ellos.